El testimonio
de Martina rompía el iceberg de la investigación, abriendo el caso policial y
destapando los oídos de Francisco que, a esa altura de las circunstancias,
registraban minuciosamente cada detalle del testimonio grabado minutos antes
aunque su abogado continuase demorado en la planta baja del edificio de los
prefectos:
—En realidad
mi novio tiene documentación falsa y se hace llamar… Segundo Reina — revelaba
Martina con los nervios desatados.
—No comprendo.
—Consiguió
documentación falsa y simular ser el hijo de Francisco Reina, el propietario de
este hotel.
—Pero, ¿dónde
está el hijo de Francisco? Perdón, ¿tu novio?
—No lo sé.
Estábamos en la suite y de repente nos enteramos que habían asesinado a
Priscilla, la hija de Felipe. Después llamó Francisco por teléfono y nos
advirtió que escapáramos urgentemente.
—Continúe, por
favor.
—Me ayudó a
escapar con unas sábanas.
— ¿Cómo? —se
confundía.
—Estábamos en
la suite, allá —elevaba el dedo índice en dirección al techo—, en el tercer
piso. El timbre sonaba y Francisco nos advertía por el teléfono que nuestras
vidas peligraban. Entonces utilizamos unas sábanas para escapar pero Segundo se
quedó —se callaba unos segundos—, ¿lo capturaron? ¡Necesito saber dónde está!
—le rogaba y despojaba las primeras lágrimas.
—Tranquila.
Intento comprender el suceso pero, ¿Segundo es tu novio?
—Sí —asentía
con la cabeza—, él es mi amor, mi único amor.
Martina
comenzaba a cubrirse la cara con las manos temblorosas.
—Hagamos un
repaso: tu novio se llama Segundo Noruega, es el hijo de Antonio Noruega pero
pasó a identificarse como Segundo Reina, es decir, como el hijo de Francisco.
Les avisaron que querían asesinarlos y reaccionaron a tiempo huyendo por el
balcón, pero tu novio no hizo a tiempo.
—Exacto. Yo lo
amo, es el padre de mi beba. ¿Dónde está?
—Ya lo
ubicaremos, no se haga problema. Ahora quisiera reconstruir otro hecho: ¿cómo
se enteraron de que Priscilla había sido asesinada?
—Por la
televisión, compartíamos la noticia de mi embarazo hasta que pasó lo que pasó.
—Use este
pañuelo, por favor —se lo cedía tras sacarlo del bolsillo de su pantalón—. ¿Qué
relación mantenía Priscilla con su novio?
Martina
absorbía sus lágrimas con el pañuelo de tela cedido por el fiscal, cerraba los
ojos y se mordía los labios hasta retomar nuevamente la confesión:
—Priscilla era
la novia de mi novio. Estuvimos distanciados algunos meses.
— ¿Perdón?
—Quiero irme,
por favor.
—Martina, ten
calma. Acá está segura, nadie puede dañarla.
— ¿Lo va
a ubicar? —se estiraba para tomarlo de
la mano, echada sobre la mesada.
—Se lo prometo
por mis hijas. ¿Quiere descansar unos minutos? Podemos retomar la conversación
cuando usted lo quiera.
—No estamos
conversando, usted me obliga a declarar. Quiero hacerlo rápido.
—Continuemos,
entonces. ¿Cómo se conocieron Segundo y Priscilla?
—No puedo
decirlo.
— ¡Tenés que
hacerlo! —le ordenaba, exaltándose.
Muy perpleja,
lo miraba a los ojos. Estaba pasmada, tenía las cuerdas vocales bloqueadas pero
su mudez duraba poco porque estaba venciendo la parálisis y proseguía con su
declaración:
—Ellos
sospechaban que Felipe asesinó a los padres de mi novio.
— ¿Quiénes son
ellos?
—Francisco y
Segundo.
—Nombres y
apellidos, por favor.
—Francisco Reina
y Segundo Noruega —esforzaba la voz.
—Bien.
Entonces Segundo comenzó un romance con Priscilla, relación que tuvo su
desenlace con el asesinato. Una especia de venganza que finalmente recayó en la
muerte de su padre.
—Sí
—balbuceaba lagrimeando.
—Entonces
Francisco Reina es el autor intelectual de los asesinatos. La banda de Felipe
Gianittore buscaba venganza, querían vengar el deceso de su jefe.
—Creo que sí.
Ahora busque a mi novio.
—Le prometí
que lo haría y así será. Descanse un poco. En unos minutos vendré por usted.
El fiscal se
había parado. Caminaba rumbo a la puerta de salida, pero se detenía al pasar
por su silla. Le acariciaba la espalda. Ella tenía la cabeza gacha, estaba
echada sobre la mesada como si rogara a Dios una salvación milagrosa, tan
encorvada que hasta parecía una jorobada, y efectivamente lo estaba, pero de
espanto.