lunes, 16 de octubre de 2017

EL INFIERNO MÁS TEMIDO



15 de agosto de 1945. Un gélido viento invernal azotaba las esculturas del desolado cementerio. Los ángeles de mármol tiritaban de frío, postergando su largo duelo. Cuerpos sin dueño. Los gatos suelen merodear por los sepulcros que abandonan las almas sin un mínimo remordimiento. Candelabros de siete brazos, y en una bóveda estaba Luis, encerrado en un féretro, con los pulmones estropeados, asfixiado en su propio miedo: no lo habían velado, su familia lo daba por muerto.


FIN

domingo, 15 de octubre de 2017

¿TUYO, MÍO, DE QUIÉN?


Cuatro de la madrugada. La luz tenue del velador ilumina la habitación. Una prenda interior colgada en la pantalla del televisor. Es una bombacha alba de algodón. Todas las paredes empapeladas. Dos camas de una plaza, que al estar juntas simulan una de dos. Suena Frank Sinatra. No es Gardel pero cada día canta mejor. Una rubia abierta de piernas, toda sudada. Un muchacho penetrándola. Él está encima de ella, ella encima del colchón. Ella respira con dificultad por efecto de la excitación. De pronto lo detiene, arañándole los pectorales. No es una gata. El estupor lo deja sin habla, pero en su mente sigue penetrándola:
—Decime que sos mío —habla ella en voz muy baja.
— No entiendo.
—Que me digas que sos mío. ¿Sos mío?
—Por supuesto.
— ¡Por favor, decime que sos mío!
— ¡Soy tuyo!
—Ahora sí, haceme el amor.
Él sujeta sus muñecas y comienza a penetrarla, con mayor intensidad. Ella vuelve a jadear, también con mayor intensidad. ¿Tuyo, mío, de quién?


FIN

sábado, 7 de octubre de 2017

¡OYE CORTÁZAR, A MÍ TAMBIÉN ME GUSTA EL JAZZ! (IV)


Confirmation

Y ahora sí, he llegado a una grata conclusión: las mariposas vuelan alto pero ¿sabés qué?, aquí existe un bonito sol, y los pájaros surcan el cielo, en magistral formación. Además contamos con la música de Charlie. Puedo confirmar que algún día lo entenderás.

FIN

Observación: el autor recomienda escuchar “Confirmation”, de Charlie Parker (el negro sin voz).

¡OYE CORTÁZAR, A MÍ TAMBIÉN ME GUSTA EL JAZZ! (III)


“Summertime”

¡En el verano! Eso mismo repetías cada mañana por el sofisticado teléfono que mi tío Louis me había enviado desde Nueva York: «nos vemos en el verano, baby». Yo era consciente de que éramos “just friends”. Recuerdo la tarde que colgué el tubo del teléfono para descolgar el almanaque, aquel colorido cartón con datos astronómicos que dos clavitos oxidados fijaban en la pared del comedor; corría el año 1969, 3 de octubre para ser preciso, detestaba el calendario pero me ayudaba a sobrevivir, así que lo fijé con unas cintas adhesivas en la pared de la habitación, bien cerquita del velador, quizá tachando los días venideros podía soportar mi angustiosa decepción. Lo cierto es que ese “summertime” nunca llegó, aunque sí llegaron las melodías del saxofón.

Observación: el autor recomienda escuchar “Summertime”, de Charlie Parker (el negro sin voz).

¡OYE CORTÁZAR, A MÍ TAMBIÉN ME GUSTA EL JAZZ! (II)

 

“Just Friends"

Y la noche dejó de caer, ya no estaba echado en la confortable alfombra de mi habitación, estaba parado en el baño, frente a ese espejo roñoso que, por encima del lavabo, resistía mi tempestad emocional. Los azulejos eran de Brasil. Tus caprichos eran insoportables pero me ayudaban a vivir. ¿Recordás cuando me pediste aquel elefante de Portugal? Lindo viaje el del elefante, pero ya murió, o feneció, mitad humano, mitad animal. Los asuntos relevantes siempre tienen un desenlace, o un final, como vos, que me dejaste solo entre estos azulejos, maldita mariposa fugaz, la noche que huiste no fuiste capaz de decirme adiós, o “good bye”. Así solías despedirte. Y ahora, en una nueva noche gris, quiero recordarte que Charlie Parker tenía razón: éramos sólo amigos, éramos “just friends”.

Observación: el autor recomienda escuchar “Just Friends”, de Charlie Parker (el negro sin voz).

¡OYE CORTÁZAR, A MÍ TAMBIÉN ME GUSTA EL JAZZ! (I)


Sobre cuando escuchamos a Parker

Caía la noche. Estaba echado en la confortable alfombra de mi habitación, en Buenos Aires, verde como la pradera donde nos revolcábamos con pasión. Exponías tus pechos al sol y yo los veía florecer, y de fondo, muy bajito, siempre sonaba Charlie Parker, con ese saxo bestial que encendía nuestra imaginación, y vos sonreías, y me mirabas con esos ojitos tiernos que tanto gozo adentraban en mi noble corazón, siempre tiesa con Parker, pero cuánto admirabas su resistente pulmón, y me dabas la mano, entrelazabas tus dedos lisos con mis dedos gastados, gastados de acariciarte porque tu piel era muy suave, como los terciopelos que importábamos de Madrid. Los de París no te agradaban. Charlie Parker siempre llegaba desde algún rincón, ¡cuán afortunados éramos escuchando a ese negro sin voz!

Observación: el autor recomienda escuchar “Laura”, de Charlie Parker (el negro sin voz).