domingo, 25 de febrero de 2018

VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (19na. parte)




— ¿Dónde está Mel? —preguntaba John, apuntando.
Dos topos humanos rondaban por los alrededores, armados. Eran fusiles de asalto soviético. Ni el soldado menos entendido podía ignorarlos.
— ¿Te refieres al otro soldado norteamericano? Él está muerto.
— ¿Cómo que ha muerto?
— Pisó un suelo falso, a unos pocos metros. Unas estacas de bambú traspasaron su cuerpo.
— No puede ser —deploraba John, con la mirada extraviada en el suelo.
—Disney está muy lejos. Este lugar es el Averno.
Un viento funesto murmuraba a lo lejos.


VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (18va. parte)



Los intrépidos miembros del Vietcong se guarecían en la tierra para escapar del agente naranja y la total asolación. Cuatro vietnamitas, bien armados, brotaban como semillas, acelerando la resignación. Era imposible no pensar en una deserción. Charlie aparecía de noche y se mostraba implacable a las súplicas de perdón. Durante el día interconectaba túneles, con una precisión que causaba sorpresa y hasta admiración. Jack el Censurador era, en cambio, pusilánime y fanfarrón.


viernes, 23 de febrero de 2018

VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (17ma. parte)



John y Jane huían desesperados, pero también incordiados, como dos perros hambreados en busca de huesos enterrados. ¡Maldición, la selva de Charlie no ofrecía sustento diario! Encima los alimentos estaban contaminados. Desgraciadamente envenenados. Por cierto la choza se hacía pedazos. Desde un árbol, bastante torcido y casi deshojado, presenciaban asombrados el brutal colapso, pero de la tierra salían soldados: no eran muertos resucitados. El enemigo construía túneles subterráneos para evitar ser devorado. Tal vez algo había fallado.


sábado, 17 de febrero de 2018

VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (16ta. parte)



— Tienes razón —sorprendía Jane, con la mirada extraviada en la almohada, desvariada, tal vez como si alucinara con la absurda aparición de un fantasma—, eres una víctima de esta guerra aciaga.
John quería expulsar unas palabras atinadas pero su cama vibraba, como si un terremoto, ávido de estragos, persiguiera tragarla. La cabaña precaria se desmoronaba. Algo inusual sucedía donde los muertos buscan liberar el alma. Del techo caía la paja. Finalmente Jane soltaba el arma, en el borde de la cama.
— ¿Y ahora… qué… qué diablos pasa? —trastabillaba John, perforando con las uñas, las sábanas.
— No quiero morir aplastada.
— Era lo único que faltaba. Esta vida perra ladra pero muerde, con todos sus dientes.


VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (15ta. parte)




— Eres un idiota.
— No tanto, nos usan para guiar el miembro de las fuerzas armadas. Vamos, preciosa, ¡baja el arma!
Inesperadamente Jane acataba. Si bien ya no apuntaba, no lo soltaba. John, en cambio, seguía en la cama, quieto como una iguana. La incertidumbre corría por sus venas pero demostraba calma. Un soldado americano debe fingir seguridad ante una dama armada.