— Eres un idiota.
— No tanto, nos usan para guiar el miembro de las
fuerzas armadas. Vamos, preciosa, ¡baja el arma!
Inesperadamente Jane acataba. Si bien ya no
apuntaba, no lo soltaba. John, en cambio, seguía en la cama, quieto como una
iguana. La incertidumbre corría por sus venas pero demostraba calma. Un soldado
americano debe fingir seguridad ante una dama armada.