— Pero qué bella eres. ¿Cómo te llamas?
— Estás en mi cama. Eres un intruso, además de
infeliz.
— Pero… ¿cómo puedes vivir aquí?
— ¿Le tienes miedo a la selva?
— Mira, haz lo que quieras, de todos modos soy
demasiado joven para morir.
— Estás en una guerra, chico, tu vida vale menos que
un grano de maíz.
— Tienes razón, soy un forastero, y no debería estar
aquí, pero quisiera saber tu nombre antes de morir.
— Mi nombre es Jane. Tienes suerte, te dejaré vivir.