martes, 31 de enero de 2017

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #334)


La ansiedad me jugaba una mala pasada. No podía controlarla. ¿Por qué lo habían ejecutado? ¿Por defender a mis compañeros? ¿Quiénes habían sido los despiadados? ¿Dónde estaban ellos? ¿Se los habían llevado? Las dudas carcomían mi cerebro, como polillas hambrientas en un placar colmado de harapos. Encima el gato reaparecía con un pedazo de camisa, entre sus dientes afilados, del mismo color que… ¿el usado por Ina? Tenía ganas de llorar, de tirarme al pasto, de transformarme en un cardo solitario. La extrañaba demasiado. Añoraba sus abrazos, sus besos apasionados. Estaba tan deshidratado que hasta mis lágrimas se habían evaporado. ¡Qué dolor! No podía reaccionar, siempre yerto, a metro y medio del cadáver, parado como un faro, viendo como la sangre escurridiza recorría su vientre y teñía el pasto, de muerte, de rojo calvario.

Observación: Ina es Sofía.

domingo, 29 de enero de 2017

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #333)


El camino de regreso seguía siendo idéntico, las mismas hierbas, los mismos hormigueros, el mismo silencio perpetuo, pero mi equipo de valientes era un recuerdo. El zumbido de unas moscas me arrastraba algunos metros, en el mismo sitio que sin dudas era el punto de reencuentro. Algo olía mal, más allá de mi fétido aliento. Entre unas malezas amarillentas hallaba un cuerpo. Estaba quedo. Tal vez, durmiendo. Tenía pelos gruesos. Eran negros. Cubriendo mi nariz con los dedos descubría que el mono estaba muerto, allí, frente a mi fruncido ceño, frente a mi singular desconcierto, con un tajo en la panza, aterrador y espeluznante, que sangraba en exceso, con los ojos tiesos y bien abiertos en dirección a unos nubarrones que tímidamente encapotaban el cielo, como si contemplara su alma escapando del infierno. Desesperaba. «¿Qué diablos está sucediendo?, ¿dónde están mis compañeros?», me cuestionaba, boquiabierto. No podía creerlo. Habían aniquilado a uno de los nuestros.


sábado, 28 de enero de 2017

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #332)


Me paraba. El gato me arañaba las muñecas. Lo soltaba. Brincaba. Maullaba. Mirando más allá del canal, me aseguraba de que no había un alma. Daba media vuelta. Regresaba.


EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #331)


De pronto cuatro mujeres irrumpían en el canal con precipitada algarabía. Tenían no menos de cuarenta años, y vestían unas túnicas bien largas, del color de la tierra polvorienta, ceñidas a la cintura con un lazo rojo, y cuya extensión les llegaba hasta los tobillos. Yo agachaba la cabeza, presionando con fuerza el hocico del gato, que no cesaba de dar bufidos. Astor estaba enfadado. Molesto. Las mujeres platicaban en un idioma muy raro. Tal vez quechua. Ni siquiera les miraba, tan solo agudizaba los oídos por si acaso tenía que correr como un rayo, pero poco a poco salían de la acequia, escuchaba los sonidos de esas ondas que se producen cuando uno retira las extremidades del agua. Se alejaban. Respiraba, pero no quería levantar la mirada. Un escarabajo trepaba por mi pierna derecha. Estaba tan quieto que quizá me confundía con una planta. No lo expulsaba. Esperaba, recuperando la calma.