Nos
alejábamos, como voraces indigentes con el estómago vacío. Mis brazos ya estaban
manchados, no porque me hubiese lastimado sino porque los mosquitos seguían
picando, ávidos de sangre tibia. Vaya uno a saber qué otros animales habían
perforado con sus aguijones invasivos. No se daban por vencidos. Tal vez por no
presentir los peligros. Y no estaba enfadado, sí un poco hastiado. Al igual que
nosotros compartían el mismo destino. Qué tan descuidado había sido en el
pasado. Solía dejar abierto el grifo del lavabo para quedarme dormido. Ya no
era el mismo. El agua es fuente de vida. En su falta no seríamos más que sueños
fallidos. Ni siquiera mosquitos. Y mucho menos, vampiros.