martes, 17 de enero de 2017

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #327)


Ya habíamos recorrido no menos de trecientos metros. La picadura enérgica de los mosquitos sedientos se hacía más brusca y violenta. Tanto era así que el gato maullaba al borde de los delirios, pese a todo el pelaje que cubría su resistente cuerpo. Y había tábanos, pero me ponía contento, porque donde hay tábanos siempre hay agua corriendo, y los pájaros albos seguían descendiendo, a unos cien metros en aquel descampado de los amistosos silencios. «Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que no perjudican», cavilaba, recordando las máximas del egregio maestro.