—
¿Qué está diciendo? —le preguntaba, reposando mis descarnadas nalgas a su lado
derecho.
La
tierra estaba tan caliente que me quemaba por dentro, como brasas entre las
cenizas de un fatídico incendio.
—Que
quiere agua, que está sediento.
—
¿Será por eso que eligió este terreno?
—Creo
que sí, este niño es más habilidoso de lo que suponemos.