Sobre cuando escuchamos a Parker
Caía la noche. Estaba echado en la confortable alfombra de
mi habitación, en Buenos Aires, verde como la pradera donde nos revolcábamos
con pasión. Exponías tus pechos al sol y yo los veía florecer, y de fondo, muy
bajito, siempre sonaba Charlie Parker,
con ese saxo bestial que encendía nuestra imaginación, y vos sonreías, y me
mirabas con esos ojitos tiernos que tanto gozo adentraban en mi noble corazón,
siempre tiesa con Parker, pero cuánto admirabas su resistente pulmón, y me
dabas la mano, entrelazabas tus dedos lisos con mis dedos gastados, gastados de
acariciarte porque tu piel era muy suave, como los terciopelos que importábamos
de Madrid. Los de París no te agradaban. Charlie Parker siempre llegaba desde
algún rincón, ¡cuán afortunados éramos escuchando a ese negro sin voz!
Observación: el
autor recomienda escuchar “Laura”, de Charlie Parker (el negro sin voz).