miércoles, 28 de noviembre de 2012

Entrega nro. 47


Quince minutos después, tan sólo quince largos minutos de angustia y desesperación, Francisco le aseguraba a Segundo con la mano puesta en el picaporte de la puerta de su suite, porque el abogado le había golpeado la puerta con las manos desde el pasillo alfombrado: “no te hagas problema, pibe, en unos días habrá una solución, te la aseguro”. Y ahí nomás Segundo le estrechó la mano y se marchó para encerrarse en su habitación. Unos tragos de licor podían ayudarlo a olvidar.