«Sofía, esto ya escapa a toda
lógica», le hablaba en voz baja pero ella no decía nada. Encima
el águila comenzaba a volar alrededor de las ramas, como queriendo intimidarlas
para que bajaran y luego cazarlas. Increíblemente nuestro zángano seguía sus
alas. Y no sólo eso, el gato daba un salto y corriendo como una bala se dirigía hacia las ramas para unirse a la bandada.