—
¿Y ahora qué hacemos? —le preguntaba a Sofía mientras el niño se reía con ganas.
—
Supongo que contemplarlas.
—
¿Contemplarlas?
—
La naturaleza nos enseña su magia.
Para
nuestra gracia, el mono se asía a una rama con su cola alargada. Éramos felices,
viendo esas cabras alocadas que trepaban por el árbol como si nada pasara. No
necesitábamos dinero para regocijarnos con sus acrobacias.