Estimaba
los segundos que el pajarraco tardaría en pasar:
10,
9, apretaba la piedra sin cesar;
8,
7, si fallaba mi zángano podía conocer su final;
6,
5, ¡diablos, el sol me daba en la cara!;
4,
3, la media seguía en su lugar;
2,
1, me preparaba para lanzar…
…la
piedra, que finalmente abandonaba mi mano sudada para derribar el ave rapaz.