El
árbol se estaba quedando calvo, de hojas verdosas que como briznas de papel
buscaban inmortalizarse en la memoria de todos nosotros. Las desconsoladas cabras
se quedaban sin motivos para permanecer en lo alto. La naturaleza nos estaba
aleccionando. Así que el niño bajaba por el tronco, sin machucones pero con
mucha culpa en los ojos. El gato Astor maullaba desde algún lado. Salvo el
mono, todos parecían haber aprendido algo.