—
¿Lo viste? —le preguntaba a Sofía sin girar hacia atrás.
—Temí
perder… temí perder mi corazón.
—No
me quiso matar. Creo que deberíamos seguirle para saber a dónde nos quiere
llevar.
—
¿Estás seguro?
—Dame
tu mano, contigo no puedo dudar.