sábado, 22 de octubre de 2016

EL RENACIMIENTO DE UN IMPERIO (EPISODIO #291)


Por vez primera el cabrón volteaba su jeta y nos invitaba a trotar como atletas en busca de la meta. La vegetación era más densa. Increíblemente nos adentrábamos en una huerta. Mi pie derecho tropezaba con una calabaza más grande que mi cabeza. ¡Plaf!, caía al suelo como una marioneta. Aquel regadío me recordaba a mi abuela. Un tomate rozaba mi oreja. Cual soldado en la guerra, lo arrancaba con fuerza, siempre cuerpo a tierra. Con una indescriptible sensación de placer lo llevaba a mi lengua. Su jugo recorría mi barba polvorienta. Me temblaban las piernas. Unas hormigas inquietas me confundían con una hierba. Para mi calma no declaraban la guerra. Metros delante, de otra planta inmensa colgaban unas berenjenas. Sofía me hablaba pero yo estaba en otro planeta. Tal vez sumido en mi placentera dieta. Éramos los tomates y yo, bajo los encantos de aquella huerta.