—No
lo puedo creer —gruñía yo, agitando los brazos como un pájaro—, nos aislamos un
rato y…
—Tal
vez no sea para tanto —cortaba mi voz bajándome un cambio—, las cabras siguen estando
en el árbol.
—Sospecho
algo malo. Mejor salgamos a buscarlos.
—
¿Sospechás algo malo? ¿Tenés una idea de lo difícil que es atrapar un gato?