Mi
corazón latía más rápido. Oía unos pasos. Uno de los seres se estaba acercando.
Su andar era acompasado, tardo. Mis ojos seguían cerrados. Las gotas de sudor mojaban
mis labios. Me estaba desesperando. Mis brazos temblequeaban pero no soltaban
la cabeza quieta del gato. Apenas respirábamos. Pensaba en Sofía para mitigar
el espanto.