Mis
dedos trémulos se elevaban con mis miedos. Un frío gélido corría por mis venas
y me dejaba tieso. Todos mis músculos estaban tensos. El extraño ser permanecía
yerto, como si estuviera muerto. No movía un pelo porque no tenía cabello, pero
parecía una estatua de cemento. De pronto un brusco estruendo me arrollaba
contra el suelo. La tierra seca se desprendía del techo. Y luego otro estruendo
muy violento cubría de polvo todo mi cuerpo. Los extraños seres huían de la
cueva, corriendo.