domingo, 11 de diciembre de 2016

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #307)


El sol había caído, pero también es cierto que antes se había despedido. Una luna refulgente iluminaba nuestro camino. La naturaleza puede darte todo eso que necesitas para recorrer un trayecto oscuro y desconocido. Nada de qué preocuparse, más allá de que yo presentía que arrastraba un circo. Demasiados animales en un campo con tantos peligros, pero los necesitaba para sentirme vivo. Ringo nos había recordado que seguía siendo más tozudo que un burro con el estómago vacío, por eso caminábamos por encima de su hocico, oyendo esos irritantes relinchos que, como quejidos, hostigaban nuestros oídos. En mis brazos flacos descansaba el gato: le daba cobijo. En los de Sofía, el mono Jorgito: le mantenía tranquilo. Ella podía calmar hasta un cocodrilo. No conocíamos el paradero de Erchudichu. A diferencia de nosotros su vida casi nunca corría peligro. El campo era un desierto. Teníamos sueño. Empezaba a ser imperioso pernoctar en un yuyal donde no convivieran cardos ni insectos agresivos.