¡Qué
suceso más inverosímil!, el gran cabrón agachaba su cabeza como si se dejara
acariciar. Parecía un corderito de Dios. Yo contemplaba sus cuernos y pensaba
en Goya, el famoso pintor. Sus muestras de cariño reblandecían mi corazón de
carbón. El cabrón del aquelarre era más bueno que Bambi. Muchas veces las
apariencias nos llevan a juzgar. Ningún animal es amigo de Satán.