¡Volvé
rápido!, ordenaba desesperada. No se veía casi nada. Pese a eso me
tranquilizaba saber que los indios aullaban. Algo incómodo subía por mi garganta.
Me producía nauseas. Mi cuerpo se arqueaba. Unos gusanos escapaban de mi boca.
Me arrodillaba. Inmediatamente vomitaba. Mi respiración se cortaba. Sentía que
me ahogaba. El hambre me había jugado una mala pasada.