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Veo comida —daba aviso a Sofía, ensalivándome los labios con una lengua que, claramente, exigía
paladear.
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Y yo veo el momento oportuno para escapar. No me gusta nada este ambiente.
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Veo unos panes. ¡También algunas frutas! Parecen manzanas. Mi estómago no para
de gruñir.
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Ni se te ocurra bajar del caballo, algo me dice que…
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Es un poco tarde, ustedes quédense que no tardaré en regresar —me despedía momentáneamente,
desenroscando la cola del mano para poder desmontar.