Inexplicablemente,
Dios atendía en todos lados: el enemigo más cercano corría desaforado, en
dirección al misterioso túnel que instantes previos había desalojado. Y los otros
cuatro guerreros seguían sus pasos, exasperados, irritados, casi voceando,
¿de espanto? Indudablemente se estaban resguardando, como si un informante les
hubiera alertado que urgía buscar refugio donde la luz del sol es algo
extraordinario. John y Jane, en cambio, permanecían estáticos.
—
Dime, bella, ¿aún sigues rezando?
Milagrosamente
continuaban respirando. Ellos no lo sabían pero cinco temibles bombarderos surcaban
el espacio, con suficientes proyectiles incendiarios como para matarlos de un
infarto.