«Corramos, sino seremos calcinados», vociferaba
John, sujetándola del brazo. Las primeras bombas incendiarias caían como bólidos
depravados, carbonizando todos los obstáculos. El corazón late raudo cuando el
Napalm se expande como un rayo. John era consciente de lo que estaban
enfrentando, por eso corría apresurado, sin soltar el brazo de Jane, que por
momentos tendía a superarlo. El terror a morir incinerados les hacía correr
como galgos. Bajo esas circunstancias es preferible ser baleado, y morir rápido.