Otra bomba incendiaria turbaba el entusiasmo tras
caer cerca de sus pies. La crueldad es tan grande que ya no sabes en qué
dirección correr. ¡Pero cómo corría Jane! El Napalm huele a gasolina, se
adentra en las fosas nasales y desesperadamente lo buscas expeler, cual toxina
que el organismo no quiere retener, pero no puedes, entonces comienzas a toser.
Charlie ya estaba escondido. De nada sirve calcinar al enemigo si ya no se deja
ver. Veinte metros, diez, el Napalm chamuscaba sus cabellos y les forzaba a
correr, hasta más no poder. La vida vale más que una rica taza de café cuando
sientes que tu alma se despide para no volver.