— No he rezado, sólo he suplicado.
Jane se había arrodillado, detrás de John y el compasivo
tronco que había servido de escudo humano. Los fantasmas de la guerra continuaban
rondando.
— ¡Jane, algo huele mal en estos confines extraños!
— ¿Sabes qué sucede cuando los vietnamitas se
esconden en túneles subterráneos?
— Supongo que no quieren invitarnos a una fiesta de
cumpleaños.
— Digamos que tendríamos que preocuparnos.
El estremecedor sonido de unos B-52 acallaba el gorjeo
de unos pájaros. Los jinetes cabalgaban potros alados con un firme deseo de pisotear
todo a su paso.