martes, 26 de septiembre de 2017

EL MISTERIOSO CASO DE BENITO (2da. parte)


A los trece otoños los cortes pasaron a ser extremos: por la mañana, siete centímetros; por la noche, lo que en medida sumaban los veinte dedos. Los zapatos no resistían, el filo de las uñas perforaba hasta los cercos. La desahuciada abuela solía encerrarse en el baño para llorar sin consuelo. Se lavaba la cara con agua tibia y jabón neutro. Solía maquillarse para que el niño no sospechara el más mínimo sufrimiento, pero una tarde cogió el teléfono y llamó al médico. El único médico de cabecera había muerto. Una crisis nerviosa la tumbaba al suelo. Pensaba en el suicido. La parca merodeaba por los pasillos cuando no tenía fuerzas ni para darle un beso.