Todas las guerras son absurdas, excepto cuando el
ser humano corre peligro, pero la que ellos enfrentaban no podía compararse con
ningún otro genocidio. Era un exterminio sin sentido. Les habían enviado a combatir
al enemigo, pero el agente naranja era arrojado por sus propios amigos. El
líquido tóxico les quitaba las ganas de seguir vivos. Si no morían de cáncer,
procrearían hijos repulsivos. ¿Qué culpa tenían esos niños? Dios no existía o
el hombre era demoníaco. Charlie ya se había escondido.