Como
dos pequeños pilluelos, cubiertos de hojas verdosas, loaban silenciosamente el
alba. Charlie abatía de noche, y era un hecho que en pocos minutos se iba a la
cama.
—Hagamos
silencio —susurraba John, tieso como una planta.
—Hemos
perdido a nuestros compañeros. ¿Dónde está Nixon? ¡Esta guerra es una farsa!
—Mantén
la calma, y no hables en voz alta, que Charlie no se puso el pijama.