15 de agosto de
1945. Un gélido viento invernal azotaba las esculturas del desolado cementerio.
Los ángeles de mármol tiritaban de frío, postergando su largo duelo. Cuerpos
sin dueño. Los gatos suelen merodear por los sepulcros que abandonan las almas
sin un mínimo remordimiento. Candelabros de siete brazos, y en una bóveda estaba
Luis, encerrado en un féretro, con los pulmones estropeados, asfixiado en su
propio miedo: no lo habían velado, su familia lo daba por muerto.
FIN