El túnel era tan poco espacioso que sus cuerpos se
estrujaban, apiñados. Los brazos carecen de libertad y buscan hallar algún
espacio. Sentían sus latidos, con los labios enfrentados. Un par de metros en
lo alto, el fuego voraz consumía todo a su paso, pero no corrían riesgo de
morir asfixiados: un tirante de madera bloqueaba el acceso de un túnel que
parecía extenderse varios metros abajo, donde los topos humanos dormían, comían
y hasta iban al baño.
— Me has salvado de las llamas —expresaba John, emocionado—.
¿Y ahora cómo pago?
— Besando.
Sus labios se rozaban, fatalmente cautivados.
— Mira Jane, sólo me queda una bala, y es la bala
del amor. Tu encanto compensa todos los daños.