domingo, 5 de agosto de 2018

VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (33ra. parte)



— Es muy lindo lo que me dices, y me halaga, pero…
— Dime, Jane, ¿qué pasa?
— ¿Cómo puedes enamorarte de una mujer que ayer no era nada?
— ¿Cómo puede explicarse que estemos en esta guerra aciaga?
El silencio no era sinónimo de calma, ni mucho menos de aquella paz tan necesaria, las llamas seguían consumiendo la cabaña precaria, metros arriba, donde las bombas de Napalm caían como dragones dispuestos a vomitar sus abrasadoras llamaradas. «En la guerra como en el amor, para acabar es necesario verse de cerca», escribió Napoleón Bonaparte, y ese hombre sabía muy bien de lo que hablaba.