martes, 15 de marzo de 2011

¿Sabías que…



…los grandes pensamientos económicos tuvieron su origen en dos grandes escuelas? Estas escuelas fueron: “la mercantilista” y “la fisiocrática”. En esta entrada intentaré introducirlos a la primera de tales escuelas.

Los mercantilistas: se desarrollaron entre los siglos XVII y XVIII y sostenían que la riqueza de un país provenía de sus exportaciones. Por ende, defendían con uñas y dientes los superávit comerciales (ingresos por exportaciones superiores a los egresos en concepto de importaciones). Se basaban en que un país deficitario —en su balanza comercial— afectaba negativamente su producción, pues esta situación rebajaría la demanda interna de sus mercancías. O lo que es lo mismo: importar implicaba gastar sin generar producción, dado que la producción se generaba fuera de las fronteras. En este mismo orden de ideas, las exportaciones aumentarían la demanda, puesto que los ingresos percibidos en el mercado internacional se destinarían a nuevas compras que reactivarían el mercado nacional. En otro orden, esta escuela consideraba que el déficit comercial suponía una salida neta de oro (tener en cuenta que en aquellos tiempos todos los pagos en el mercado internacional se efectuaban con esa moneda). Asimismo se empleaba la plata, de valor inferior al oro, claro está, pero también constituía una moneda de disponibilidad limitada. Si el dólar o el euro hubiesen existido otra hubiera sido la historia, pero eso no ocurría. Como todos sabemos, el oro es un recurso que se extrae de la naturaleza y, como tal, es limitado. Contar con una balanza comercial favorable suponía lo contrario: entrada de oro y plata en el mercado interno. Esta escuela se fundaba en el nacionalismo, es decir, crecer a costa de lo que otros pagaban por su producción, y para lograrlo defendían las políticas proteccionistas, es decir, toda clase de política destinada a sustituir las importaciones por las exportaciones. Muchos países por aquel entonces se adhirieron a tales políticas y comenzaron a privilegiar comercialmente a todos aquellos monopolios que apuntaban a desarrollar nuevos mercados para ahorrar lo que antes se gastaba importando. De esta manera, una vez satisfechas las demandas internas, se podrían conquistar también nuevos mercados en territorio internacional.