Atrás
quedaban las penas, adelante se imponía una odisea. Extrañaba a mi hembra, necesitaba
verla ilesa. Del otro lado del muro había una llanura muy extensa. Poco pasto y
mucha tierra, a lo largo y ancho de aquella sorpresiva pampa yerma. ¿Dónde
estaban los maizales que solían abundar en dichas tierras? Entre dudas
abiertas, avanzábamos por la planicie desierta, como sedientos elefantes en
busca de agua fresca.