Temía
dejar de existir, pero me amedrentaba el hecho de que el muro lo pudiera fulminar.
El gigante rocoso no cesaba de vibrar, como si un terremoto voraz estuviera a
punto de azotar con toda su ferocidad. Encima el gato trepaba por mi espalda y
me arañaba sin parar. Sus garras afiladas me hacían sudar. No tenía piedad. O
tal vez algo me quería comunicar. No tenía tiempo para analizar su mensaje
subliminal. Yo seguía agachado, tirando de los cuernos hasta dónde mis músculos
me podían llevar, pero un hilo de sangre escapaba de su boca y me forzaba a
soltar. Pobre animal sentimental, todo parecía indicar que había llegado su desastrado
final.
martes, 28 de febrero de 2017
lunes, 27 de febrero de 2017
EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #349)
El
macho cabrío había perdido el conocimiento. Tenía los ojos tensos. Su
mirada, extraviada en el cielo abierto. Medio cuerno se había partido. Yo le
agarraba del cuerno ileso para arrastrarlo algunos metros. Pesaba más que un
ropero. Las gotas de sudor se colaban en mis labios secos. Seguía empujando con
todo mi cuerpo. Las piedras caían, el muro se desmoronaba a paso lento. Podía
morir en cualquier momento.
EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #348)
En
un abrir y cerrar de ojos el gran cabrón impactaba su cabeza deforme contra el
muro y caía rendido al pasto. Parecía un boxeador noqueado, en un fatídico
cuadrilátero, como si Cassius Clay le hubiese propinado un demoledor zurdazo.
No reaccionaba, pero la estructura de piedras que había chocado estaba tambaleando.
De hecho unas piedras se desprendían desde lo alto y caían al suelo como
aerolitos inesperados. Afortunadamente lejos de sus cuernos curvados. Yo corría
para salvarlo, antes de que una montaña de piedras lo sepultara bajo su sombrío
letargo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)