Jane se perdía de vista entre unas ramas. John debía
atravesarlas. Más allá del frondoso ramaje con grandes hojas aceitunadas había más
ramas, todas enmarañadas, pero ahora Jane se adentraba en una tosca cabaña, completamente
deteriorada, por una ventana, que era cuadrada. En el centro de la cabaña desplazaba
una cama. Era de una plaza. Debajo de la cama había una boca subterránea. Seguían
estallando las bombas incendiarias. Mordiéndose la lengua, John traspasaba la
ventana. La punta de un clavo se enganchaba en una de sus nalgas. Un retazo de
pantalón quedaba ondeando en la ventana. Jane dejaba caer su cuerpo en la
entrada subterránea, sin decir una palabra. Segundos después una bomba de
Napalm arrasaba la endeble cabaña. Indudablemente tenían un ángel de la guarda.
sábado, 31 de marzo de 2018
jueves, 29 de marzo de 2018
VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (28va. parte)
Es muy difícil ser un girasol los días de lluvia,
pero más espinoso resulta ser un oso hormiguero en el tórrido desierto. John se
sentía un oso palmero: el fuego abrasador caldeaba todo su esqueleto, todos los
huesos, como hierros sometidos en casa de un herrero.
Las mujeres buscan protección, y casi siempre atinan
cuando quedan sumidas en el más absoluto desconcierto; en cambio los hombres
persiguen satisfacer el deseo, aún en tiempos bélicos. Por cierto John podía
morir primero.
domingo, 25 de marzo de 2018
VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (27ma. parte)
«¿A dónde me llevas?», preguntaba John a sus
espaldas, pero sus intentos de ser escuchado, además de resultar vanos, se perdían
entre las muchas ramas quemadas: los ensordecedores estrépitos de las bombas
americanas no cesaban, al contrario, se sucedían con más saña. Sólo él sabía
que quería besarla. Los guerreros solían cubrirse con corazas, pero John
deseaba entregarle su alma. El amor es un milagro, aún en tiempos de
aborrecibles batallas, donde la vida humana es despreciada y vale menos que un cuchillo, una bala o una bomba incendiaria.
sábado, 24 de marzo de 2018
VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (26ta. parte)
Otra bomba incendiaria turbaba el entusiasmo tras
caer cerca de sus pies. La crueldad es tan grande que ya no sabes en qué
dirección correr. ¡Pero cómo corría Jane! El Napalm huele a gasolina, se
adentra en las fosas nasales y desesperadamente lo buscas expeler, cual toxina
que el organismo no quiere retener, pero no puedes, entonces comienzas a toser.
Charlie ya estaba escondido. De nada sirve calcinar al enemigo si ya no se deja
ver. Veinte metros, diez, el Napalm chamuscaba sus cabellos y les forzaba a
correr, hasta más no poder. La vida vale más que una rica taza de café cuando
sientes que tu alma se despide para no volver.
domingo, 18 de marzo de 2018
VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (25ta. parte)
John y Jane no dejaban de oponer resistencia a una
de las muertes más inhumanas, crueles y lentas. Cuando la desalmada parca acecha,
te aferras a la vida, no quieres cederla, pero el ardiente Napalm arrasaba la
naturaleza, tocaba el suelo y se expandía con una fuerza vigorosamente violenta.
En esos instantes te acuerdas de Dios, lo quieres tener cerca. Nadie quiere
morir joven, mucho menos por una guerra forzada, tan brutal, tan feroz, tan
intensa. Siempre es mejor leer un libro bélico, bien lejos de la fatídica
contienda. La guerra nunca deja de ser un crimen, a no ser que una amenaza real
se cierna sobre nuestras cabezas o el indefenso planeta. Estoy hablando de supervivencia.