El
búho nos forzaba a correr como galgos. Sin embargo no le alcanzábamos. Volaba
como un halcón, peregrinando. Para el bienestar de nuestros huesos, nunca
tropezábamos. Curiosamente el suelo no era para nada accidentado. La cueva nos
estaba dando una mano. Girábamos a la izquierda, corríamos por una larga galería para
luego doblar en sentido contrario, como si una fiera hambrienta nos siguiera
para embocarnos, y devorarnos. Urgía escapar de ese antro, y luego sacarme todo
ese barro, además de comer y beber algo, que por supuesto no estuviera
contaminado. Cuando estás al borde la muerte sacas fuerzas de cualquier lado.
lunes, 28 de agosto de 2017
domingo, 27 de agosto de 2017
UNA BÚSQUEDA DESESPERADA (EPISODIO #402)
Superado
el fango, marchábamos. Había soltado el gato. Mis brazos flacos estaban
extenuados, y todo mi cuerpo, muy débil y lleno de barro. Daba asco. El suelo
estaba seco y era más ancho. Mis brazos ya no rozaban esas paredes que
me causaban tanto desagrado. Estaba exhausto. Tenía hambre, sed, y unas ganas
inmensas de darme un baño. Aunque fuese en un charco, pero sin barro.
Repentinamente, los graznidos del búho me dejaban pasmado. Estaba volando, con
sus brillosas pupilas que eran como fanales dorados. Nos rodeaba con su plumaje
pardo, revoloteando. Tenía la sensación de que quería revelarnos algo. De hecho
se estaba alejando. Nosotros le seguíamos para no perder el rastro.
sábado, 26 de agosto de 2017
UNA BÚSQUEDA DESESPERADA (EPISODIO #401)
Mi
arrojo intrépido me sacaba del pozo fétido, honrando todo mi mérito. El barro
estaba descendiendo, y con su mugrosa mezcla de tierra, agua y algunos
sedimentos, abandonaba el gato mi graso cabello, en dirección a mis brazos que
se esmeraban en darle sustento. Debemos afrontar los riesgos. El fango seguía fluyendo. Tras
unos pocos pasos se escurría entre mis zapatos curtidos por el tiempo. Mi
aspecto era desaliñado, parecía un pato empetrolado, pero había logrado cruzar
todo ese cieno. Me sentía un acorazado, de esos que sin vacilar enfrentan
los miedos.