lunes, 6 de noviembre de 2017

VIETNAM, DOS AMERICANOS Y LA LUZ DEL DEMONIO (2da. parte)


Tímido y perezoso, el sol salía, y en esas condiciones hasta daba la impresión de que estaba sumido en una penosa disyuntiva. Los soldados americanos cumplían una orden, tampoco tenían otra salida. Hemingway sostenía: «jamás penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen». Ernest sabía muy bien lo que decía: todos los soldados del pelotón número quince, en total diez combatientes, habían sido fulminados por la artillería enemiga. John y Mel se habían aislado, por eso continuaban con vida, pero estaban incomunicados en una zona lastimosamente desconocida.